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jueves, 30 de julio de 2015

El Ojo Fotográfico: Ciudadanos armados


Estas declamaciones sobre la fotografía pretenden cosquillear puntos sensibles, a fin de provocar opiniones diversas y respuestas dispersas.

Por Katrina Pennington
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De un día para otro, todos amanecimos como fotógrafos. Pantalla en mano, corre por delante nuestro un flujo de imágenes cotidianas (comida, gatos, selfies) y eventos extraordinarios (protestas, noticias, tragedias). Por un lado democratización, expresión, y conciencia política. Por el otro, exceso, indiferencia y superficialidad.

El negativo de la foto concebida como objeto sin sentido es la fotografía pensada como acción de poder. Poder de adquisición: “tengo el iPhone 6S y se nota” o de juventud, “mírenme que aún estoy bello”. Poder de ubicación: “estoy en el aeropuerto camino a Cancún” o de conocimiento, “soy suficientemente inteligente para que esto me importe”. Poder de gusto, “¿te das cuenta que soy artístico?” o de indiferencia: “todo lo que no sale en mis fotos es por una decisión inversa sobre la expresión de mi inteligencia, gusto y experiencia del mundo”. 

Los científicos del conocimiento aseguran que disparamos y somos disparados miles de veces al día. Aunque nunca haya existido una foto neutra ni mucho menos silenciosa, ahora, entre tanto ruido moderno, las fotos se vuelven más desesperadas. En medio de esta guerra urbana, vale preguntarnos: ¿Qué fotografío y por qué? ¿Qué propongo, o me niego a proponer, con mis imágenes? ¿Cómo represento mi diálogo visual con el mundo? ¿Soy autocrítico con el vocabulario de mis imágenes? Por otro lado, como receptor, "presa", más que consumidor: ¿Me doy cuenta que la fotografía es una representación subjetiva y maleable de la realidad? ¿Cómo evalúo la mirada del fotógrafo; condescendiente, ingenua, comprometida? ¿Me importa la ética que rodea a la fotografía, o creo en el arte por el arte? Entre balas y sonidos de construcción, en el coro no hay voces unánimes.

Cada fotografía grita su historia visible y, al mismo tiempo, susurra su historia escondida fuera del encuadre. El auto-retrato compartido abarca y abraza los 97 anteriores que no tuvieron el ángulo, la luz ni el puchero preciso. La foto con la pareja insinúa las peleas de anoche y el intento de reconciliación. El retrato de protesta en 2015 esconde y revela las secuelas de 17 años de dictadura.

El problema con la fotografía, así como con la escritura, es que una vez que comenzamos a ver las fantasmas detrás del revelado, todo comienza a deshacerse. Las piezas de la máquina visual se vuelven visibles; las palabras se decepcionan de sí mismas. El selfie por el selfie ya no sabe igual. Terminaremos todos de manera precaria, evangélicos declamando en una plaza vacía. Entre cigarrillos y tiritones de frío, alguien se acordará de nuestras armas. Ahora cada compañero cuenta con un portal, por humilde que sea, para sacar la voz. Arte, política, periodismo, poesía, parodia. ¿Por dónde vamos? El vagabundo más endeudado se atreve a preguntar. ¿Democracia? ¿Revolución?

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