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domingo, 19 de julio de 2015

Sobre la imposibilidad de escribir


Por Lina Bilbao*

El escritor se inicia, por lo general, cuando desea plasmar una serie de acontecimientos; cuando la emergencia de decir se vuelca en líneas que concluyen en un texto de ficción. Él avanza infatigablemente en un discurso que concluye en el goce del punto final. Sin embargo, la dificultad comienza cuando el escritor se detiene; cuando la misma obra suspende la palabra.

En el poema “Una palabra” de Gabriela Mistral, los versos iniciales son: “Yo tengo una palabra en la garganta/ y no la suelto y no me libro de ella/ aunque me empuja su empellón de sangre”. El escritor surge cuando, con vistas a la literatura, desaparece su tranquilidad en la continuidad del discurso. La literatura es entonces, tal vez, la permanencia en la tragedia que es el lenguaje.

La escritura comienza en el momento en que el escritor tiene algo que decir, pero esa escritura solo resulta literaria cuando ya no se puede seguir diciendo, cuando ya no son las palabras las que dicen, sino que el escritor constata la imposibilidad misma de decir esas palabras. En una entrevista a Carlos Droguett, él señala: "No podría explicar por qué escribo. ¿Por qué bebe el alcohólico? Él diría que porque no lo puede evitar. Yo tampoco, y como él, no lo considero una desgracia (…) Cuando imagino o recojo una historia siento a mis personajes como si ellos fueran yo mismo; inconscientemente los incorporo a mi sangre; sus aventuras son mías; conozco no sólo su ámbito espiritual, sino su cuerpo, sus pensamientos, su soledad; son seres míos como los hijos de mi carne que yo he hecho (…) Pero a veces, diría que siempre, tengo la impresión de que el lenguaje, las palabras, se interponen entre ellos ─sus personajes─ y yo, y suprimiendo torrencialmente puntos, comas, explicaciones obvias, descripciones inútiles, los acerco en bloque a mi terror...”. (N.de R.: El destacado es de la autora)

Es esta imposibilidad un asunto difícil con el que lidiar, especialmente al hacer hincapié en la teoría, técnica y estructura narrativa; donde la consigna es, sobre todo, “escribiendo se aprende a escribir”. Esa dificultad descifra desde el principio una trampa en los procesos de creación, en la que el escritor se bate con la pregunta que carga a lo largo de su proceso: ¿Qué es, entonces, la literatura?

Desarrollar esta pregunta es necesario para que la obra literaria se produzca como tal; para que la literatura supere el problema de su imposibilidad. Se trata de que el escritor permanezca en la escritura al mismo tiempo en que se ausenta de esta; que en el movimiento de contradicción, la imposibilidad de escribir no solo manifieste la desconfianza en enunciados entregados e impuestos, sino que participe en la creación de un texto auténtico.

Por ello, en la ausencia de escritura no se deja de escribir. Antes solo había un hombre para escribir sus necesidades, experiencias e imaginaciones; un hombre-autor sujeto a las restricciones de su lenguaje; pero hábil, quizás, en la técnica literaria. A partir del momento en que se detiene y suspende todo saber decir en el texto, el hombre-autor enfrenta el tiempo que lo condena y lo detiene; siente atracción por el vacío que tiene entre las manos y su obra y, al regresar a su escritura, ella dará testimonio de una historia completa en la que el lazo entre obra y autor queda fundido sin saber nunca dónde estaba esa unión.

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 Lina Bilbao es Licenciada en Filosofía. Ha dictado diversos cursos de literatura entre los que destacan Creación Literaria, Club de lectura y Escritura Autobiográfica. Actualmente se encuentra trabajando en proyectos de escritura en los géneros de novela y poesía. Así mismo prepara, en conjunto con otros profesores, un taller de literatura chilena. Es Directora del Taller Estudio 112, donde además dirige el área de Literatura.

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